viernes, 9 de febrero de 2018

Por los viejos caminos

Knut Hamsun. Por los viejos caminos.

Saludo a los niños que encuentro. Algunos chicos deben haber oído que soy sordo y se divierten acercándoseme y gritándome en el oído no sé qué. Saludo también a las personas mayores, cuando tengo la impresión de que lo esperan; pero si se muestran desabridas y me vuelven la cara, paso indiferente por su lado. Pero me gusta saludar, lo reconozco; me gusta demasiado. Lo aprendí en mi niñez, me decían que saludar era de bien educado y aún conservo esa costumbre.
Hallándome de viaje en Praga, una soleada mañana iba en busca de un estanco. Cuando llegué a su puerta me encontré con que en el interior había un fraile al que la señora, situada detrás del mostrador, alargaba una moneda. Él le dio las gracias y se dispuso a salir. La escena resultaba tan extraña para un nórdico que inmediatamente añadí a la primera moneda una segunda. Al fraile se le veía conmovido; quiso decir algo y levantó sus manos. Olvidé que había entrado para algo, y, sin comprar nada, salí a la calle. Luego me paseé por la ciudad pletórico de cariño hacia el mundo y sus hombres, y saludé a todos los que encontraba; y los hombre me devolvían la sonrisa y saludaban a su vez. Nadie me detuvo; todo era bello. No sé lo que pensaba la gente ni lo que pensaba la calle; tal vez pensaban que había madrugado mucho puesto que ya salía de la taberna a aquella hora. ¡Qué me importa! Yo soy el que soy, y Praga es una ciudad magnífica.

Traducción de Montserrat Costa

Por los viejos caminos
Knut Hamsun (1859-1952)

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